Autor: Ángel Gómez de Ágreda (*) – Gentileza Revista Aeronáutica y Astronáutica del Ejército del Aire – España
Todos tenemos una estrategia hasta que te dan el primer puñetazo en la cara. La frase –del «malote» Mike Tyson– es una versión prosaica de aquella otra de que ninguna estrategia sobrevive al primer disparo en una guerra. Pero se entiende igual o mejor que la que se atribuye, entre otros, a Moltke. En cualquier caso, esa afirmación no supone que la preparación y el planeamiento no sean fundamentales en un conflicto, o en cualquier otra faceta de la vida.
De momento, el proceso mental que supone el planeamiento implica la recopilación y estudio de muchos de los factores que van a estar presentes cuando se desencadenen las hostilidades. Podemos no haber encontrado el camino, o encontrarnos con que está bloqueado porque los «malos» también juegan, pero tendremos claro el
mapa completo y será mucho más fácil identificar vías alternativas.
Eso, que es válido para el ámbito de lo físico y lo cinético, lo es todavía mucho más en el mundo digital, tan binario en muchos aspectos. La preparación, la previsión, la coordinación con socios, aliados y proveedores civiles o militares, y la planificación en base a una doctrina y unas estrategias claras es fundamental en el conflicto digital.
Nos cuenta el general Frías la trascendencia de las comunicaciones digitales en la guerra en Ucrania. No solo porque siguen siendo el vínculo entre los distintos escalones y la base de los sistemas de mando y control. Ese papel ya lo jugaban las señales de humo y los mensajeros a caballo. Nuestra dependencia de lo digital –en cuanto a las comunicaciones propiamente dichas y en lo que respecta a la adquisición y proceso de los datos que comunicamos–ha crecido más allá de lo imaginable desde el último enfrentamiento directo entre fuerzas de dos países avanzados.
Otro axioma que debemos tener siempre presente es que uno va a la guerra con lo que tiene, material y doctrinalmente. Sí, se pueden hacer cambios a mitad de partido, pero hay que llegar hasta la mitad y asumir lo
que hayas encajado hasta entonces. En el ámbito digital, la adquisición y puesta en uso de capacidades es, probablemente, más rápida que en el convencional. Eso sí, el ritmo de batalla es también mucho más
elevado.
Si el primer día de la guerra tu red de satélites está fuera de servicio por un ciberataque que ha tenido lugar
esa misma noche no cabe retroceder ordenadamente a la espera de refuerzos. Si estos refuerzos llegan
de la mano de una empresa privada extranjera tampoco se puede esperar que la decisión de prestarlos sea
espontánea. Los vínculos con tus proveedores habituales y con otros alternativos son de importancia capital
para poder reaccionar a tiempo.
Si tus comunicaciones dependen de redes o de equipos de empresas o países extranjeros, es lógico pensar
que tu acceso a las mismas dependerá de la voluntad que ellos tengan de que funcionen. Amén de su capacidad para mantenerlas activas.
La guerra no es el momento para hacer amigos, sino el momento para que, los que tienes, te echen una
mano. Volvamos a los clásicos, que nos cuentan que los conflictos se ganan –o se pierden– antes de que
empiecen. La preparación previa consigue victorias caras; la falta de preparación sólo puede aspirar a la derrota.
El Ministerio de Defensa se ha embarcado en la adquisición o puesta al día de sistemas de comunicaciones y equipos digitales porque las derrotas son normalmente mucho más onerosas que las victorias caras. Y porque la preparación del campo de batalla es un aspecto fundamental que sólo tiene sentido hacer antes de librarla. Y porque
este campo incluye también los aspectos digitales y electromagnéticos.

Más allá del alcance de los obuses y los misiles, allá donde ya no llegan las redes de mando y control, sigue siendo fundamental que llegue nuestro mensaje. La guerra es un enfrentamiento de voluntades; las voluntades se basan en las emociones, y las emociones surgen de nuestra percepción de la realidad. Para ganar voluntades, en casa y fuera de ella, es fundamental que la realidad se perciba según nuestro punto de vista. Hablar y ser oído al tiempo que se calla o se modula el discurso rival.
Todas estas circunstancias, y muchas más, han tenido lugar en el año de guerra que ha transcurrido ya en Ucrania. De hecho, tan importante es lo que ha ocurrido como lo que no. Mientras casi todos esperábamos un intenso fuego cruzado en el ciberespacio, lo que ha trascendido no alcanza, ni de lejos, la relevancia de las acciones cinéticas. Para explicarlo hay que tener en cuenta los ochos años de intensa preparación y mejora de las condiciones de las redes y servicios digitales que Ucrania ha afrontado con la ayuda de muchos de los países que hoy también estamos aportando medios físicos para su defensa.
Por supuesto, como en tantos otros aspectos del ámbito digital, las lecciones no hay que leerlas solo en clave militar. Son válidas también para cualquier administración o empresa. Y son urgentes. En tanto encajamos –o no– el primer puñetazo en la cara, los medios digitales son la herramienta ideal para llegar a ese momento en las mejores condiciones posibles; después, serán los ojos y oídos que guiarán nuestros puños. Son argumentos más que contundentes para seguir prestando atención a la doctrina, la preparación, el abastecimiento y el sostenimiento de nuestras fuerzas, y a la colaboración con aquellos que estarán en nuestro rincón cuando nos toque subir al ring.
(*) Ángel Gómez de Ágreda Coronel del Ejército del Aire y del Espacio
Doctor en Ingeniería de Organización (UPM)
angel@angelgomezdeagreda.es