En esta oportunidad queridos lectores, les quiero compartir un articulo escrito por una colega, la Lic. Ariana C. Mondragón, en el cual pude aportar conocimientos para el desarrollo del mismo, al igual que otros profesionales y me pareció de interés para traerlo a este espacio para ustedes:

Autor: Lic. Ariana C. Mondragón

En los tiempos que corren, son escasos, por no decir prácticamente nulos; los espacios y áreas de la vida de los sujetos que no se encuentren intervenidos por la tecnología. Es avasallante el desarrollo de la misma y total el uso de dispositivos para la comunicación en nuestra cotidianidad. La aparición de las llamadas redes sociales y servicios de mensajería utilizados para la interacción interpersonal a través de la virtualidad, han permitido que diferentes personas se conozcan, puedan mantenerse en contacto, verse a través de una cámara, enviar fotografías, música y hasta acordar encuentros presenciales.

Pero como es de conocimiento por todos, este tipo de páginas web y aplicaciones otorga a los usuarios una ventaja: optar por el anonimato u optar por un perfil falso que los identifique. El hecho de desconocer quién está del “otro lado” propicia la aparición de situaciones riesgosas de toda índole; más aún en aquellos casos en donde ocurre el intercambio de información personal: estafas, robo de identidad, hostigamientos, secuestros, intrusión en sistemas informáticos, amenazas, etc. Esto nos convoca a pensar en que actualmente, la gran mayoría de los cibernautas que utilizan las redes sociales para crear vínculos afectivos, amistosos o simplemente compartir actividades son los niños y adolescentes. Una de las razones por la que esto ocurre, refiere a que los “(…) niños y niñas tienen acceso a la tecnología a partir de los 4 años. Nacen y crecen con la tecnología y no imaginan un mundo sin acceso a internet (…)” (Zárate, 2019)

Por otra parte, la situación contextual de pandemia por el virus Sars-Cov2 (COVID 19) ha desplazado el contacto directo entre las personas y el uso de espacios públicos y/o privados, para dar lugar a la primacía de lo remoto como medio de contacto; lo que genera un aumento en las estadísticas que miden la presencia de menores de edad en este plano.

Tal como hemos mencionado anteriormente, uno de los riesgos a los que se exponen los usuarios más pequeños y jóvenes, comprende las conductas de Abuso Sexual Infantil dirigidas hacia este grupo con la finalidad de producción de Material de Abuso Sexual de Niños, Niñas y Adolescentes (denominado erróneamente como pornografía infantil); por sus siglas en inglés CSAM (Child Sexual Abuse Materials). “Esta modificación se debe a que, la simple representación sexualizada de un NNyA, configura un abuso y, por lo tanto, no debe ser descripto como ‘pornografía’ ya que este término se utiliza para adultos que participan en actos sexuales consensuados y que se distribuye al público para su satisfacción sexual, por lo tanto, si nos referimos a este tipo de abuso de dicha manera estamos contribuyendo involuntariamente a disminuir la gravedad del delito” (Arroyo, 2021).

Para poder alcanzar la concreción de estas intenciones, los victimarios despliegan patrones de conducta en medios digitales que constan de acercamientos (provenientes de un adulto o mismo un adolescente que supere en años a la víctima) a un menor, “El adulto intenta generar un vínculo emocional con el menor para que este confíe en el adulto; esto se consigue en muchos casos pasando por otro niño/a. El adulto va recopilando información del menor, (…) engaña y manipula psicológicamente al menor por medio de la seducción, convenciéndolo del envío de imágenes (…). Por último, se inicia el acoso, que puede ser a través del chantaje para obtener más fotografías (…) o el encuentro físico para abusar sexualmente de éste” (Zárate, 2019). Este accionar es denominado “Grooming” y es tipificado como delito informático.

“No obstante, hay que insistir en que el «grooming» en sí mismo no implica necesariamente una actividad sexual, sino que únicamente constituye la estrategia de cortejo o seducción empleada por el agresor para acercarse al menor, captar su atención e interés, seducirlo y reducir sus inhibiciones para incrementar las posibilidades de éxito cuando le plantee alguna solicitud sexual, igual que ocurre en el Abuso Sexual Infantil tradicional” (Montiel Juan, 2016)

Siendo ésta una conceptualización relativamente reciente para la mayoría, nos encontramos con la necesidad de la difusión y la capacitación acerca de la misma; ya que particularmente en este tipo de perjurio, las víctimas son niños, niñas y adolescentes que desconocen el potencial del espacio cibernético para el desarrollo de este tipo de actos y las consecuencias de los mismos; pudiendo a su vez, ser objeto de manipulación o engaño lo cual los coloca en una posición de vulnerabilidad.

Lo que convoca a los profesionales del área jurídica y forense es poder intervenir en el estudio minucioso de esta problemática e identificar las respuestas a preguntas como: ¿Dónde?, ¿Cuándo?, ¿Cómo? Y ¿Por qué?; ya sea con fines punitivos (aprehender al victimario y ejecutar una pena) o preventivos (creación de métodos, políticas, leyes, procedimientos que eviten la comisión del delito y protejan a las víctimas). Una de las posibilidades de abordaje es a través de la ciencia criminológica; definida por Ruiz Funes en 1952 como una “ciencia sintética y empírica, sus límites están fijados por su contenido: el estudio triple del delincuente y del delito bajo los aspectos antropológico-biológico, psicológico y sociológico”. (…) “El método utilizado por la criminología es el método de la observación y de experimentación, empleado en el marco de una verdadera clínica social” (UNESCO, “Las ciencias sociales en la enseñanza superior: criminología”, 1961). La criminología se nutre puramente de la interdisciplina, no siendo una ciencia única y apartada; por lo que recibe aportes, tal como se ha mencionado anteriormente, del derecho, la psicología, la sociología, la antropología, etc.; y más específicamente en el Grooming de los expertos en tecnología, informática y diversos profesionales que se desenvuelven en el ámbito del ciberdelito.

Retomando aquel planteo de la necesidad de participación activa en la elaboración de diligencias preventivas, nos encontramos con dos disciplinas fundamentales de la criminología que tienen por foco de estudio las características del victimario (perfilación criminal) y las características de la víctima (victimología). Es en esta última en la cual ahondaremos.

La aplicación de la técnica de perfilación criminal nos dará como resultado un conjunto de atributos sobre la personalidad y el modus operandi de quien lleva a cabo el delito de Grooming; quien es definido como “Groomer”. Pueden crear perfiles falsos con los que envían solicitudes de amistad valiéndose de fotos de otras personas e intentan llegar al círculo íntimo del menor a través de investigar sus amistades, familia y gustos/aficiones.

“Debido a la proliferación de ese material en internet se han planteado cuestiones sobre la gestión de riesgo de este fenómeno. Sobre todo, una cuestión que se ha pretendido resolver a lo largo de la literatura científica es la probabilidad de que los consumidores de CSAM (modificación del término incluida por autora del trabajo) puedan progresar a un delito de contacto sexual con un niño. Aunque no pueda establecerse una relación de causalidad entre consumo de CSAM (modificación del término incluida por autora del trabajo) y posterior abuso sexual, es posible que los consumidores sean más propensos a buscar el contacto sexual con personas menores de edad que otros delincuentes sexuales” (Seto, Cantor y Blanchard, 2006). Muchos de los casos de Grooming que han trasgredido el espacio virtual para culminar en un abuso sexual simple o abuso sexual agravado resultaron trágicamente, además, en homicidio de la víctima.

Pero, ¿Qué ocurre con las víctimas?, ¿Puede la victimología como modo de prevención aportar conocimientos sobre las características de los niños, niñas y adolescentes que se encuentran expuestos como posibles blancos en los delitos de Grooming? He aquí donde hace aparición el concepto de Cibervictimización. El mismo se define como el acto de convertir a un sujeto en víctima a través de la vulneración de sus derechos con intención maliciosa; en este caso victimizar menores en el contexto de un espacio de virtualidad. Según Nocentini, “el término Cibervictimización será usado para referirse al sufrimiento de agresiones por parte de un otro vía celular o internet, la cual consiste principalmente en agresiones verbales, escritas o visuales (…)”.

El estudio de la Cibervictimización es un campo que ha emergido recientemente por lo que resulta dificultoso encontrar publicaciones o desarrollo teórico sobre la temática para poder trasladarlo a la praxis. “Entre las clasificaciones de tipos de cibervictimización que se han propuesto, destacan dos criterios fundamentales de clasificación: el medio utilizado y el tipo de manifestación. Actualmente se tiende a considerar obsoleta la distinción en función del medio utilizado, dado que hoy en día se puede enviar o recibir llamadas o mensajes de texto, utilizar redes sociales, jugar onlineo navegar por Internet a través de diferentes dispositivos electrónicos” (Álvarez-García, Dobarro, et al., 2015).

Es así que resulta esencial y de carácter urgente trasladar el análisis victimológico al área de prevención y detección del Grooming.

Este mismo nos permitirá “(…) identificar de manera precisa los factores de riesgo principales (…) y definir la capacidad independiente de predicción de cada una de las variables analizadas (…) sociodemográficas (género y edad), psicológicas (autoestima, timidez, ansiedad social), educacional (…), familiar (control parental) y factores tecnológicos (frecuencia de uso y conductas riesgosas) (…)” (Álvarez García, Núñez Pérez, et al., 2015).

Sobre las conductas riesgosas, autores como Cook, Williams, et al. En 2010, enumeran algunas que son básicas y predominantes en niños, niñas y adolescentes usuarios de redes: “Aportar datos personales en Internet (…) o dar estos datos a personas que se conocen por Internet; enviar fotos y vídeos personales a otras personas que se han conocido en Internet, y especialmente fotos insinuantes, eróticas y/o pornográficas (sexting); aceptar como amigos/as a personas desconocidas; haberse reunido con personas a las que se ha conocido por Internet.”

“Numerosos estudios empíricos basados en la perspectiva teórica de la victimología del desarrollo revelan que los menores son el grupo de edad más vulnerable en el ámbito victimológico y su victimización es más frecuente que aquella que experimentan los adultos. Además, en numerosas ocasiones ni siquiera son conscientes de su propia victimización, lo que les convierte en víctimas ideales” (Montiel Juan, 2016).

De forma más precisa, los autores Wortley y Smallbone, expresan mediante sus publicaciones que se hallan convencidos sobre la efectividad de la prevención situacional del crimen y afirman: “La literatura sobre los atacantes sexuales ha ignorado de gran manera el rol de los factores situacionales de las ofensas sexuales contra los niños” (2006); permitiendo así entrever una óptica que aborda este delito digital desde la anticipación y la perspectiva de la posibilidad de acción y educación de la víctima y no desde el victimario.

Una de las estrategias preventivas reside en la intervención tanto del sistema familiar y/o parental (control interno) como el sistema estatal (control externo) cumpliendo éstos la función de “tamiz” sobre el acceso a determinados sitios para los menores. Por otra parte, el armado de planificaciones para la distribución de información importante en las diferentes instituciones educativas, lo cual constituye una práctica que apunta de forma directa a los entornos en donde concurren niños, niñas y adolescentes; esto basado en la aplicación del enunciado “(…) el crimen puede ser también prevenido alterando los rasgos criminogénicos de la potencial escena del crimen”, (en este caso, de la potencial víctima). “Para ser abusadas, las víctimas de grooming, requieren un gran esfuerzo por parte de los atacantes predadores, y en la selección de sus víctimas, son propensos a marcar como objetivo a los niños vulnerables que se presenten como blanco fácil y que ofrezcan menor resistencia. (…) la reacción de los niños ante los potenciales atacantes tiene un efecto significativo en el comportamiento posterior del perpetrador. (…) Para evitar efectos negativos inintencionados en niños, los programas de prevención enfocados en niños deberían concentrarse más en confianza y asertividad (…) dado que se sabe que tanto los riesgos como las consecuencias del abuso sexual son reducidos en familias protectoras, seguras (Conte et al., 1989; Kendall-Tackett et al., 1993), quizás el enfoque centrado en el niño más eficaz sería para maximizar la protección dentro de las familias” (Wortley y Smallbone, 2006).

Otro aporte al estudio victimológico de menores que son usuarios de la tecnología proviene desde la psicometría. Se trata de la elaboración de tests auto-administrables consistentes en escalas de tipo Likert con alternativas de respuestas, que miden la cibervictimización. La mayoría de éstos no han alcanzado aún una etapa de validación completa o no se han generado los baremos necesarios para ser aplicados en otros países; pero es importante conocer la estructura con la cual son desarrollados, las variables de estudio intervinientes y si éstos evalúan situaciones específicas de cibervictimización o la detección del concepto en sí mismo en diversas áreas y aspectos. Hasta el momento se conocen: Escala de cibervictimización (Çetin, Yaman, y Peker, 2011), Escala de victimización de adolescentes a través del móvil e internet- CYBVIC.

(Buelga, Cava, y Musitu, 2012), E-victimization scale- E-VS (Lam y Li, 2013), Cuestionario de cibervictimización (Álvarez-García, Dobarro, y Nuñez, 2015) y Online Victimization Scale for adolescents- OVS (Tynes, Rose, y Williams, 2010). Es esta última la única que incluye como variable analizada las experiencias sexuales victimizantes.

Los autores de la escala OVS afirman que para medir la cibervictimización han utilizado diferentes modelos de encuestas y entrevistas previamente elaboradas, las cuales fueron sustento teórico para delimitar los enunciados que formarían parte de los estímulos de la sub-escala “Victimización Sexual Online”: “Nos centramos en las encuestas y específicamente en las que se han utilizado con poblaciones adolescentes. (…) Comienza con el ‘Youth Internet Safety Survey I & II’ (Finkelhor, Mitchell, & Wolak, 2000; Wolak et al., 2006). Esta encuesta fue realizada por el Centro Nacional para Niños Desaparecidos y Explotados en colaboración con el Centro de Investigación de Crímenes contra Niños y fue una de las primeras encuestas telefónicas sobre niños y niñas, sobre el uso de Internet por parte de niños y adolescentes, la solicitación sexual, el acoso y la exposición a materiales no deseados en línea (Finkelhor, Mitchell, & Wolak, 2000; Wolak et al., 2006). Aunque existen diferentes definiciones de la victimización en línea, muchos estudios hasta 2007 se centraron principalmente en la victimización general o sexual en línea (Berson, et al, 2002; Finkelhor et al, 2000; Li, 2006). (…) En cuanto a la victimización sexual, los ítems evaluaban el hecho de tener conversaciones sexuales en contra de la voluntad de los encuestados o que se les mostrara material sexual no deseado (Finkelhor, et al, 2000)”. “Las respuestas en la sub-escalas tienen un rango de 1= nunca a 6= todos los días. Esta herramienta de medición está diseñada para ser usada en adolescentes de 11 a 18 años en contextos de investigación, clínicos y educacionales” (Tynes, Rose, y Williams, 2010).

Imagen ilustrativa N°4. Modelo de Escala OVS. Fuente: ResearchGate

A modo de conclusión, se persigue sembrar la idea de la necesidad de nuevas líneas investigativas y de intervención sobre el delito de Grooming con la finalidad de concientizar tanto en lo individual como en lo colectivo de la magnitud de este accionar, no sólo en referencia a la cifra de casos existentes sino también en las consecuencias que el mismo produce en niños, niñas y adolescentes. El trabajo interdisciplinario es fundamental y se debe procurar la intervención de tipo preventiva que convoque a innovar y profundizar en la detección y educación sobre conductas y factores de riesgo en las víctimas como complemento de la perfilación y la persecución del groomer en su modus operandi; elaborando herramientas y políticas que produzcan cambios y permitan la mayor eficiencia en la obtención de información en el trabajo de campo de las áreas como psicología forense, jurídica y criminología.

La estrategia de Grooming para la producción de CSAM es una modalidad más en la que se presenta la figura de Abuso Sexual Infantil y genera consecuencias psicológicas y daño psíquico grave. La victimización infanto-juvenil, siendo en este caso cibervictimización dado el contexto que propicia y permite la concreción de los abusos y acosos; debe considerarse un asunto de dimensión y alcance social debido a la afectación que produce en las víctimas, su desarrollo, sus familias y sus vínculos.

Es de gran importancia considerar que los menores víctimas de Grooming no solo son sometidos a una cibervictimización primaria; sino que se exponen constantemente al proceso de revictimización en consecuencia de la distribución y re-distribución a través de distintos canales digitales del material obtenido; pudiendo éste agravarse y/o cronificarse, lo cual es expresado como humillación, vergüenza, experiencias de elevado nivel de estrés y malestar, cuadros psicopatológicos como depresión y Estrés Post Traumático; y hasta “puede suponer un estresor vital de tal magnitud que se ha relacionado con conductas de intento de suicidio y suicidio consumado” (Agustina, 2010).

Lic. Ariana C. Mondragón

Licenciada en Psicología (UM)- Diplomada en Psicología Forense (UAI)

 

BIBLIOGRAFÍA:

-Zárate, Emiliano (2009) ¡Grooming! Niños en peligro. Revista Users, Volúmen 37.

-Rodríguez Manzanera, Luis (1981) Criminología. Ed. Porrúa S.A.

Sotoca-Plaza, Ramos-Romero y Pascual-Franch (2019) El perfil del consumidor de imagenes de Abuso Sexual Infantil: semejanzas y diferencias con el agresor offline y el delincuente dual. En Anuario de Psicología Jurídica.

-Arroyo, Braian (2021) CSAM, CSEA y la mal llamada pornografía infantil.

-Nocentini, A., Calmaestra, J., Schultze-Krumbholz, A., Scheithauer, H., Ortega, R., & Menesini, E. (2010) Cyberbullying: Labels, behaviours and definition in three European countries. En Australian Journal of Guidance & Counselling, 20, 129—142.

-Álvarez-García, José, Núnez-Pérez, Carlos et al. (2015) Risk factors associated with cybervictimization in adolescence. Universidad de Oviedo, España.

-Cook, C.R., Williams, K.R., et al. (2010) Predictors of bullying and victimization in childhood and adolescence: A meta-analytic investigation. En School Psychology Quarterly, 25(2), 65-83.

-Montiel Juan, Irene (2016) Cibercriminalidad social juvenil: la cifra negra.

-Agustina, José (2010) ¿Menores infractores o víctimas de pornografía infantil? Respuestas legales e hipótesis criminológicas ante el Sexting.

-Wortley, R., Smallbone, S. (2006) Applying Situational Principles to Sexual Offenses against Children.

-Álvarez-García, D., Dobarro, A., Núñez, J.C. (2015) Validez y fiabilidad del Cuestionario de cibervictimización en estudiantes de Secundaria. Universidad de Oviedo, España.

-Tynes, B., Rose, A., & Williams, D. (2010). The Development and Validation of the Online Victimization Scale for Adolescents. En Cyberpsychology: Journal of Psychosocial Research on Cyberspace.